Paty (diminutivo de Patricia) y sus dos amigas
habían salido a cenar. Las tres tenían más de 40 años, eran mujeres modernas,
interesantes y elegantes. Una de ellas era soltera, la otra divorciada hacía 3
años y Paty, la mayor de ellas, tenía 45 años y estaba divorciada, ¡dos veces!
De su segundo divorcio hacía casi un año.
Lo llevaba bien, tenía una muy buena relación con su
segundo ex marido, aunque no así con el primero y padre de sus dos hijos. Tuvo
una vida muy complicada con él y tenían que guardar las formas por los hijos,
pero lo único que le provocaba era indiferencia.
Con su segundo marido había tenido un buen
matrimonio durante muchos años, pero los problemas económicos, laborales y se
supone que los años en común, la rutina, acabaron con el amor que un día se
habían tenido. Se querían mucho pero ya no estaban enamorados, así que
decidieron con dolor separarse y divorciarse.
Fue duro en aquel momento, pero fue una buena
decisión. Ambos eran jóvenes todavía y tenían derecho a rehacer sus vidas. Pero
seguían queriéndose mucho todavía, eran buenos amigos y se ayudaban mutuamente,
siempre que les era posible.
En la mesa de al lado, casualmente, había tres
hombres agradables y simpáticos, que intentaban ligar con ellas. Sus amigas
coqueteaban, eran un poco más abiertas y frívolas que Paty. Pero ella no
“estaba por la labor”, todavía no había tenido ninguna relación ni ningún
amante después de su divorcio. Como no quería ser “aguafiestas,” siguió las
bromas y la verdad lo pasaron muy bien, pero Paty les recordó que habían dicho
que irían a bailar y se estaba haciendo tarde, así que se despidieron y se
fueron a la discoteca.
Pensó en la vida de soltera que llevaba, mientras
sus amigas hablaban y hablaban (estaban un poquito “alegres”), en las personas
que había conocido desde que se había divorciado. Varios hombres le habían
pedido salir con ella, pero a ella no le gustaba ninguno: uno porque era calvo,
el otro con bigote, el otro tenía barriguita, el otro no sabía bailar, el otro
sólo hablaba de fútbol, otro fumaba, otro era demasiado bajito, otro demasiado
joven, otro demasiado viejo, otro……
En fin, a todos les encontraba defectos y ella se
decía a si misma que quizás lo que pasaba era que en realidad todavía no quería
estar con nadie, que estaba muy bien sola y no tenía ninguna necesidad de
complicarse la vida.
Y así era, en efecto. Realmente le gustaba la vida
que llevaba: su trabajo, su casa, su coche, ir al gimnasio y hacer natación,
leer un buen libro, escuchar música, ver buenas películas, estar con la familia
y los amigos y amigas y sobre todo, lo que más le gustaba hacer en esa etapa de
su vida en su tiempo libre era BAILAR.
Era una espinita que tenía clavada, porque durante
el tiempo que estuvo casada, en sus dos matrimonios, por distintos motivos,
casi no pudo hacerlo, y ahora que estaba sola, sin que nadie la esperara, ni
maridos ni niños, lo que más le apetecía era salir a bailar.
Vivía sola, pero nunca se sentía sola, nunca se
aburría. Tenía buena relación con su familia, tenía amigos y amigas, salía
cuando quería y cuando no le apetecía salir, disfrutaba de un buen libro o de
una buena película, o de ambos, sin necesitar a nadie, disfrutando de su
soledad cuando así lo deseaba.
Estaban llegando a la discoteca, era una de moda en
el centro de San Sebastián, donde no había adolescentes, la edad mínima era a
partir de 30 años, y había gente de hasta 50, así que ellas no desentonaban, no
se sentían fuera de lugar como en las discos donde había chicos y chicas de
apenas 18 ó 19 años (la edad de sus hijos, por cierto, gemelos chico y chica,
estudiando ambos en el extranjero y con muy buenas notas, por fortuna!)
Mientras sus amigas bromeaban y reían a carcajadas,
ella sonreía y les seguía la corriente, pero en realidad estaba haciendo un
repaso mental de los hombres que habían pasado por su vida de soltera:
Hubo uno que le había gustado bastante, salieron un
par de veces, era amble, educado, galante, romántico, no fumaba y lo pasaban
muy bien juntos, él la hacía reír mucho y eso a ella le encantaba, valora mucho
el sentido del humor en una persona.
No había habido sexo todavía pero se atraían, sólo
se habían dado algunos besos, pero ella, no sabía muy bien porqué, no seguía
adelante, no porque fuera puritana o mojigata, pero había algo que la frenaba,
no sabía exactamente qué era. Él le había dicho que esperaría a que ella
estuviera preparada, comentó que le gustaban sus besos, que nadie le había
besado así, que lo hacía de forma muy sensual y muy especial, que le encantaban
y, en fin, parecía que las cosas iban despacito pero adelante.
Hasta que un día, no recuerda muy bien cómo fue la
conversación, hablaron de política, y ahí se acabó todo de raíz: eran
completamente incompatibles y así se lo hizo ver Paty. Él insistió, diciendo
que podían respetar mutuamente sus opiniones, pero ella vio que ideológicamente
sus diferencias serían siempre irreconciliables y cortó la relación con él,
aunque seguían como amigos, chateando y bromeando.
Después había habido otro que había insistido mucho
en salir con ella. Fueron a un concierto, otro día al cine, otro a cenar, pero
era bastante más joven que ella, y no le acababa de gustar, no por la edad,
sino porque no la llenaba, se estaba divorciando en aquel momento y le pareció
frío y calculador cuando le explicó algunos detalles, así que la cosa no
funcionó y tampoco pasó con él de algunos besos, que a ella no le disgustaron,
pero que para nada la hacían temblar y sentir como a ella le gustaba cuando
estaba con alguien que realmente le importaba, así que … también cortó por lo
sano. El quiso insistir, pero ella lo tenía claro, sólo amigos. Así que también
chateaban y bromeaban, pero nada más.
Uno de los amigos “de toda la vida”, casado con una
amiga, pareja con la que se veían con frecuencia junto con otras parejas de
matrimonios, cuando estaba con su segundo marido, la llamó un día diciendo que
estaba al lado de su trabajo y si podía salir a tomar un café. Pensando que era
algo casual, que pasaba por allí y había aprovechado para pasar a verla, bajó
muy contenta por el detalle, alegre de verle, y pensó ¡qué majo, qué detalle
pasar a saludarme!.
Tomaron café y charlaron un poco de todo, pero luego
ella vio que lo que él quería era otra cosa… Bueno, empezó a preguntarle que
cómo estaba, que si necesitaba algo él estaba allí dispuesto para ayudarla en
todo lo que pudiera. Pero después él le cogió la mano y le dijo que estaba más
guapa que nunca, que no entendía cómo su marido la había dejado escapar así,
que a él siempre le había parecido una mujer muy sexy y muy interesante y que
si en algún momento se sentía sola ….. Ella no le dejó terminar, soltó su mano,
cogió su bolso y le dejó con la palabra en la boca.
¡Estaba indignada! Le tenía por un buen amigo, pero
se había comportado como un cerdo, como un buitre al acecho, pensando que se
echaría en sus brazos desesperada. ¿Por quién la tomaba? Ella no necesitaba a
nadie, se bastaba a sí misma, y ahora por culpa suya, ella tenía un problema:
no sabía qué hacer. ¿Le decía a su amiga lo que había pasado? ¿No le decía
nada? Hiciera lo que hiciera su amiga sufriría, así que tenía un buen dilema, y
aún no había tomado una decisión al respecto…… Pero en el fondo sabía que su
amiga por lo menos merecía saber con quién estaba casada. ¿O quizá no?
Después pensó ¿Quién era ella para entrometerse…..?
Al día siguiente su amigo la llamó, para disculparse, no sabía lo que le había
pasado, le rogaba que no se lo contara a su mujer, que él amaba a su esposa y
que no quería hacerla sufrir, que había sido sólo un mal momento, estaban
pasando un pequeño bache en su matrimonio, los problemas, los niños, pero nada
que no se pudiera solucionar. Por favor – le dijo - no le digas nada, déjame
solucionarlo a mi manera….
Y así estaban las cosas de momento, así que ella
seguía sola, sin necesitar a nadie para nada. Ni siquiera para el sexo. No le
gustaba el sexo con desconocidos o con personas por las que no sentía nada, así
que ella era totalmente autosuficiente. Su vida sexual era buena, ella sola
sabía como nadie satisfacer sus necesidades y deseos, era una mujer ardiente,
que gozaba de su sensualidad y su sexualidad de forma sana, sin prejuicios, y
con frecuencia se daba placer, sin
sentirse culpable por ello y gozando de lo lindo cuando así le apetecía.
Una de sus formas preferidas de darse placer era en
la ducha. Tenía una columna de hidromasaje, con la que enfocaba los chorros
donde más le apetecía, relajaba su cuerpo, su espalda, sus muslos, sus pechos,
acariciaba sus pezones, hasta que se ponían tan duros que hasta le dolían un poco,
los tenía muy, muy sensibles.
Entonces cogía la ducha – teléfono, con la presión y
el chorro de agua regulables a la medida de cada uno, se sentaba cómodamente en
el pequeño banco que tenía la columna de hidromasaje y al mismo tiempo que los
chorros le masajeaban agradablemente su cuerpo, ella con la ducha se dirigía a
su sexo, su clítoris y su vulva, que ya estaban preparados para recibir la
caliente caricia, al ritmo que ella marcaba moviéndose acompasadamente para
darse placer.
Tenía que sentarse, porque el placer que sabía darse
era tan intenso que quedaba desfallecida y una vez a punto estuvo de caer de
bruces en la ducha, así que desde entonces, sabiendo cuán intensos eran sus
orgasmos, se sentaba para no perder el equilibrio.
No le gustaba ver pelis porno para animarse, ni
cuando estaba en pareja, como hacían muchos de sus amigos. Ella no lo
necesitaba para excitarse y generalmente le parecían de bastante mal gusto, las
pocas que había empezado a ver no las había terminado.
A veces, al acostarse, rememoraba momentos de pasión
vividos y jugando con la imaginación, se acariciaba como sólo ella sabía hacer,
llegando al clímax sin ninguna dificultad y sintiéndose completamente plena,
sin necesidad de compartir estos momentos de intimidad si no era con alguien
especial.
Pero sí que había alguien que….bueno, no era nada,
él no le había hecho ni caso, ni la había mirado. ¡En fin, no le intereso! –
pensó. Sólo vienen a mi los que no me pueden aportar nada. Para eso ya estoy
bien como estoy, como dice mi madre: ¡mejor sola que mal acompañada!
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Muy bien, rompiendo tópicos. Siempre había oído decir que las mujeres de más de 40 eran invisibles. Pues parece que no es cierto, esta mujer promete. Bien por Paty!
ResponderEliminarCierto, tienes razón, parece que sólo puedan ligar, ser guapas y estar buenas las de 18 y poco más, pues no, todas las edades pueden ser interesantes. Las cuarentonas también tenemos derecho a pasarlo bien, aunque de momento Paty pareceque ya está bien sola. Y se lo pasa de rechupete en su ducha, me ha dado ideas, je je....
ResponderEliminarHola, aquí yo vo varios tópicos: mujer de más de 40, creo que es de color (lo digo por las fotos) y además no busca pareja de momento, es autosuficiente, incluso sexualmente ..... y parece un poco "dura y castigadora" con los hombres. Pero hay alguien que le hace tilín y al parecer no le hace caso, veremos lo que pasa, estoy muy intrigado, pero la escena de la ducha me ha puesto muy cachondo y le haré proposicones a mi chica para hecer cositas a duo ....uuuuuuuummmmmmm!
ResponderEliminarBien por Paty!!!! Esa mujer madura, independiente y autosuficiente en todos los sentidos, segura de sí misma, rompiendo topicos!!!! Me encanta!!!! Estoy deseando leerme el siguiente capítulo, esta historia promete...
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ResponderEliminarEn el sexo las cosas hay que ir despacio sin prisas y en la constancia de poder realizarlas. Veo en Paty una mujer que sabe bien lo que quiere y desea pero aun no lo ha encontrado y espero que lo consiga.........
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