martes, 2 de septiembre de 2014

CAPITULO 14: CENA ROMÁNTICA

Puso discretamente la chaqueta que tenía colgada del brazo, por si la noche refrescaba, delante de su erección, esperando que ninguno de sus amigos se hubiera percatado de nada. ¡Madre mía, esa mujer me vuelve loco! ¿Qué me está pasando con ella? Hacía muchos años que no sentía algo parecido, pero ni mucho menos tan fuerte – pensó. ¿Me estaré enamorando de verdad?

Sin ningún acuerdo tácito, ninguno de los dos habló del tipo de relación que tenían, se presentaron sólo como amigos. Era pronto para presentarse de otra forma, tenían que conocerse mejor y hablar de sus sentimientos entre ellos, antes de hacer partícipes a otras personas de su relación.

Paty se dirigió a su casa pensativa. Estaba un poco preocupada por el curso que estaban teniendo los acontecimientos. Nunca había tenido una relación que pasara a ser tan intensa en tan pocos días, con el nivel de intimidad al que habían llegado casi de inmediato. Desde el primer momento en que empezaron a hablar, los dos habían sentido algo muy especial, casi como si cada uno de ellos hubiera estado esperando sentir algo así desde hacía mucho tiempo.

Cuando después de conocerse, en sus largas conversaciones, se explicaron que desde hacía semanas ambos se estaban observando mutuamente en la discoteca, sin que ninguno de ellos diera el primer paso, esperando para ver si la otra persona hacía algún acercamiento para iniciar una conversación, vieron que habían coincidido en no querer algo rápido y fácil. Pero realmente, en el momento en que se habían conocido más y más, su acercamiento fue total, no sólo por su atracción y deseo mutuos, sino por algo mucho más profundo, más sutil, más importante.

¿O quizás ella se lo estaba imaginando todo y estaba exagerando? ¿Quizás se estaba “montando una película” con todo esto y para él no era lo mismo? Ya veremos a dónde nos lleva esto – se dijo a sí misma. De momento estamos muy bien juntos, congeniamos en casi todo y el sexo es fantástico, así que, chica, a disfrutar mientras dure. Mañana nos veremos a solas, podremos hablar de todo esto. La verdad es que tengo muchas ganas de estar con él, y por lo visto él también lo desea.

Eran dos personas adultas, libres, sanas y responsables, que sabían perfectamente lo que querían y lo que no, así que no hacía falta complicarse la vida, sino dejarse llevar y disfrutar del momento. Se dirigió con paso seguro hacia su casa, se duchó rápidamente, se secó un poco el pelo y se acostó, durmiéndose enseguida y pensando que al día siguiente podría verle y le preguntaría por su sueño, ja ja.

El día se despertó fresco y gris, había llovido durante la noche, pero ahora caían solamente unas finas gotas. Decidió coger igualmente el paraguas, por si acaso, aunque le gustaba caminar bajo la lluvia, si no era muy intensa. Además, para su pelo era ideal, sus rizos se marcaban mejor con el agua sin cloro, y le quedaba más bonito, según le decían sus amigas.

Decidió que hoy le desearía a él los buenos días, para darle una sorpresa, así que le mandó un mensaje de audio: “buenos días, James. ¿Qué tal la cena con tus amigos? ¿Cómo va la resaca? Ja ja” ¡Besitos!

A los 5 minutos tuvo una breve respuesta suya también de audio: “Hola, Paty. Gracias a ti no me  he dormido, no ha sonado el despertador y tengo una reunión importante a primera hora. Eres un encanto, por suerte podré llegar justo a tiempo. Te debo una. Besazos, princesa, y hasta luego”.


Los dos continuaron con su vida laboral, el día transcurría rápido, los dos estaban muy ocupados, así que se enviaron alguna pequeña bromita con “intención” y quedaron en verse a las 21 h. No habían decidido aún que hacían, si salían a cenar, o comían en casa de él o de ella. Por la tarde concretarían y si hacía falta irían de compras juntos si decidían cena romántica en casa.

A las 19 h. James, que ya había salido del trabajo, le envió un mensaje. Ella también había salido ya. ¿Puedo llamarte? - preguntó él. Si, respondió Paty.  Los dos estaban de acuerdo en no salir a cenar a un restaurante, tenían ganas de intimidad y de poder hablar tranquilamente a solas. Él dijo que ya habían cenado en casa de Paty y que le gustaría que esta vez fuera en su casa, pero que hoy estaban sus hijos, tenían que hacer un trabajo en el ordenador y no podrían estar solos.

Ella dijo que tenía cervezas, vino blanco y tinto y cava, así que de bebidas estaban listos. Que tenía salmón ahumado y tostadas, si le gustaba. Él dijo que le encantaba y que tenía un paté muy bueno, si le gustaba, y podía cortar jamón, ya que sus hijos le habían regalado una paleta ibérica de sus ahorros por su cumple, que había sido hacía unos días, porque sabían que le gustaba mucho. Estaba deliciosa, y si te apetece no tendremos que cocinar y no ensuciaremos tu casa, si es todo frío.

Ella contestó: me encantan el paté y el jamón, perfecto, no tenemos que salir a comprar nada más, porque en el congelador tengo helados para después, si nos apetece, sólo si puedes trae un poco de pan, para hacerlo como en Catalunya, “pa amb tomàquet”, ja ja ¿te gusta? – genial -  contesta James. Traeré un “pa de pagès”, ja, ja, lo haremos con tomate a la catalana. Ambos conocían Catalunya, tenían amigos allí. Quedamos en tu casa a partir de las 21 h. ¿ok? – ok – responde ella contenta.

Estaba sentada en el sofá y se quedó allí un momento, pensativa, recordando los momentos vividos estos últimos días con James, ensimismada, saboreando en su mente cada momento, uuuuuummmmm, realmente tenía ganas de verlo, se sentía impaciente. Se levantó de un salto, fue a mirar si la casa estaba a su gusto, ordenada y limpia. Salió a la terraza y repasó las sillas y la mesa, porque como el mar estaba tan próximo, siempre tenían un poco de salitre.


Comprobó que las platitas con flores de la terraza estaban todavía húmedas, las regó sólo un poco más y quitó las hijitas secas. Puso la maceta más bonita con flores encima de la mesa, como centro, preparó un mantel con tonos morados muy bonito a juego con las flores de la mesa y colocó dos salvamanteles individuales negros. Preparó la mesa, puso varias velas también moradas, con perfume de lavanda, aunque esperaría a las 21 h para encenderlas. Dispuso los platos, las copas y la verdad, el efecto era sencillo pero elegante. Colocó varias almohadas en las sillas para que pudieran estar más cómodos y el efecto final le gustó.

Comprobó que había hielo para la cubitera, sacó la mantequilla y el salmón del frigorífico y preparó varias tostadas, colocándolas bien dispuestas en una bandeja blanca con borde plateado, a juego con los platos, y tapándolas cuidadosamente con film transparente a continuación para que no se resecaran. ¡Sólo faltaba media hora para que llegara James!, tenía el tiempo justo de tomar una ducha y vestirse y arreglarse.

Mientras se duchaba rememoró las escenas en la ducha, waaauuu, se estaba calentando …… pero no, sería buena, ja ja, esperaría a James, con él era mucho mejor, ja ja, ¡madre mía, qué buen amante era!. Estaba ya impaciente por verle. No sabía si hoy tendrían sexo, pero era igual, estaba excitada y expectante como una adolescente.

Se puso su crema hidratante corporal preferida, con un discreto perfume, y no usó colonia, porque pensó que quedándose en casa no hacía falta perfumarse más. Se puso lencería totalmente blanca esta vez, también de encaje. Realmente resaltaba con su piel tan morena, porque había podido comprobar que a James le gustaba el encaje con transparencias (bueno, ¿y a quien no? Ja ja). Se maquilló ligeramente los ojos y los labios, y fue al armario. Todavía no tenía decido qué ponerse, ¿formal o casual?, había estado pensándolo todo el día y tenía varias ideas, pero no estaba del todo decidida.

Al final se decantó por fin por un vestido de tirantes, con tonos turquesa, que le  habían regalado sus hijos porque les había ayudado mucho con sus estudios, buscando apartamento para compartir con estudiantes en Londres, y le hicieron este detalle antes de irse. Por cierto, ¡cuánto les echaba de menos!

Se puso unas sandalias con tacón alto y pedrería, para un día que no tendría que conducir y andar por la calle, podía darse el lujazo, porque eran cómodas pero muy altas, nada adecuadas para caminar Pero en casa estarían sentados, y si se cansaba podía cambiárselas o quitárselas, ya vería. 

Se puso unas sandalias con tacón alto y pedrería, para un día que no tendría que conducir y andar por la calle, podía darse el lujazo, porque eran cómodas pero muy altas, nada adecuadas para caminar Pero en casa estarían sentados, y si se cansaba podía cambiárselas o quitárselas, ya vería. 

Se miró al espejo, sólo faltaba su pelo, después de ponerse su mascarilla de keratina, que lo dejaba terso y suave, se hizo un medio recogido informal, con algunas mechones cayendo en suaves bucles, para lucir su nuca, dejándola expuesta (James le había dicho que le encantaba besarla en la nuca y el cuello), así que le iba a facilitar la visión, uuuuummmm, se estaba acercando la hora, miró el reloj, eran les 21 h. en punto y en aquel momento sonó el timbre de la puerta.

Se sobresaltó, miró el baño, todo en orden y recogido, como a ella le gustaba. Se miró por última vez al espejo, intentando verse con “los ojos de un hombre” y pensó que estaba muy atractiva. El vestido era muy cortito, dejaba ver sus piernas fuertes y bronceadas: ¡No estás nada mal, chica, para tu edad, vaya que no!. Sonrió para sí misma y se fue a abrir la puerta.

Era James, con una hermosa rosa roja en la mano, envuelta en celofán, adornada con unas hojas verdes preciosas y con un lazo del mismo color que la rosa. Vestía casual pero elegante al mismo tiempo. Pantalón azul marino, con zapatos náuticos azul noche y una camisa de rayas finas, blancas y azul celeste, con el cuello blanco, de manga larga y con las mangas un poco arremangadas de forma informal, con varios botones desabrochados, que dejaban entrever su bronceado. Todavía hacía calor, por eso no traía chaqueta.

James tenía unas bolsas en la otra mano. Ella se quedó boquiabierta ¡estaba tan atractivo, que casi se le corta la respiración! Él estaba mirándola sonriendo, ella casi podía sentir cómo sus ojos la acariciaban, recorrían todo su cuerpo. Él tampoco se movía, estaba allí, alto, elegante, con su leve olor tan masculino. Por fin ella reaccionó. Perdona – dijo - soy una mal educada, te he dejado en la puerta. Pasa, por favor, déjame que te ayude, ¡vienes tan cargado!

Esa rosa es para ti, preciosa – dijo - no he dejado repensar en ti ni un momento, no sé qué me has dado, pequeñaja mía – le dijo cariñosamente. Ella la tomó, la olió. Tenía aroma de rosa recién cortada, cosa difícil en estos días, donde hasta las flores frescas “chupan cámara”. Se acercó a él y poniéndose de puntillas, le dio las gracias y le besó levemente en los labios.

James había dejado las bolsas en el suelo, la rodeó con sus brazos y la estrechó en ellos, se besaron largamente, con ansia, como si hiciera mucho tiempo que ambos lo estuvieran deseando. Ahora Paty entendió lo que significaba tener “mariposas en el estómago”. No era sólo deseo, que también lo era y mucho, por supuesto, pero había algo mucho más profundo, que incluso daba un poco de miedo.

Porque ¿y si él no sentía lo mismo? ¿Y si ella estaba “soñando despierta”, imaginándose cosas que sólo sentía ella y él simplemente era un hombre que se sabía atractivo y usaba sus dotes de seducción con ella? ¿Pero, por otra parte, qué motivos tendría para mentir? Si lo que él quería era un “polvo rápido”, ya lo había tenido, y varios, rápidos, lentos y de distintas formas. Así que le estaba demostrando que para él tampoco era sólo deseo, ¿cierto?

Y además acababa de decirle que no había podido dejar de pensar en ella en estos pocos días que habían transcurrido sin verse, pero en los que habían estado en contacto con mensajes, audios y conversaciones telefónicas ….

Bueno, Paty – se dijo a sí misma -  no te “calientes la cabeza”, disfruta el momento y no te compliques la vida. Él la miraba, ensimismado, gozando de la visión de cada centímetro de su cuerpo. Le dijo que estaba sencillamente deliciosa, fina, elegante y muuuuuuy sensual. Que le encantaba su vestido y sus sandalias, aunque no parecían muy cómodas.

Ella le dijo que con ese tacón tan alto pensaba que llegaría a besarle sin hacer puntillas, pero no, tenía que hacerlas igualmente, ja ja. Rieron los dos con ganas. Ella le dijo que él tampoco estaba nada mal, ja ja, que también estaba muy atractivo, deportivo y elegante al mismo tiempo. Que le gustaba mucho cómo se había vestido y que sin haberlo hablado habían combinado con distintos tonos de azules, que a los dos les sentaban muy bien, resaltando su bronceado.

Todavía estaban parados en el pasillo, como dos colegiales, y al fin James preguntó dónde dejaba las cosas. Ella le dijo que en la cocina, mientras buscaba un jarrón para poner la rosa en agua y ponerla también en la mesa de la terraza.

Empezaron a preparar la cena. Dispusieron el paté y el jamón en bandejas y James si dispuso a preparar el “pan de payés amb tomàquet”. Ella llevó todo a la terraza y le preguntó si quería tomar algo, él dijo que si. ¿Vino blanco? – preguntó Paty. Excelente, contestó, mientras untaba las rebanadas de pan con tomate y las untaba con un buen aceite. Cómo nos cuidamos, ¿eh, chica? Si – dijo ella. Mañana tendré que hacer régimen para bajar todo esto.

Hay otras formas de bajarlo, preciosa – dijo él – mirándola de nuevo, con una sonrisa picarona, esta vez guiñándole un ojo. Ella se puso roja como el tomate que él tenía en la mano. ¡Qué rabia! - Se dijo a sí misma - ¿cómo puedo ser tan tonta, a mi edad? El la miró y no pudo contenerse, se secó las manos y se dirigió a ella y la abrazó, con fuerza pero con ternura, diciéndole que era una mujercita impredecible, que con ella todo eran sorpresas.

Que podía ser la más provocadora y apasionada e insaciable a veces y la más inocente al mismo tiempo. Era increíble, le tenía totalmente embrujado, hechizado, pensaba en ella todo el tiempo. ¿Qué le había dado? ¿Qué le estaba pasando? Ella se quedó callada. Pocos minutos antes, ella estaba pensando algo muy parecido. Le sonrió, todavía sonrojada y le dijo: venga, vamos a cenar, tengo mucha hambre, ¿y tú? Después hablaremos, yo también siento muchas cosas que quiero comentarte, ¿ok?

James la miró, esta vez parecía muy “formal”. De acuerdo, Paty. Voy a abrir el vino y vengo enseguida, ¿quieres poner música, mientras, por favor? Por supuesto – dijo ella. ¿Alguna preferencia? Sorpréndeme – contestó él. Cenamos en la terraza, si te parece bien – dijo Paty. Perfecto – replicó James.

Puso música de Gloria Stefan, él ya llegaba con el vino metido en el hielo. Recordaba que a ella le gusta muy frío. Cuando salió a la terraza ya sonaba la música. ¿Te gusta Gloria …..? Él dejó el vino en la mesa, la tomó de la cintura y la condujo al salón para bailar una canción muy, muy romántica. La besó suavemente en los labios, ella le devolvió el beso y volvió a preguntar si le gustaba Gloria.

Él contestó: ¿no lo ves?, estoy bailando contigo esa preciosa y romántica canción. ¿Te ha molestado? No, para nada – dijo ella. Menos mal que la cena no se enfría, ja ja - continuó. Cierto – respondió James. Déjame decirte antes de empezar a cenar que me gusta todo de ti. He visto cómo has dispuesto la mesa, está preciosa, y ya has colocado la rosa que te he regalado en el centro. ¡Bonito detalle!

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